Los partidos políticos en la lucha por la confianza

Escrito por el Mar 7, 2012 en A los Municipios y Alcaldías, Documentos | 0 comentarios

«Hacernos cargo de la crisis de los partidos implica (…) estimular un proceso de cambio de actitudes, valores, principios, que (les) permitan (…) subsistir en la sociedad actual, caracterizada por un incremento en los distintos niveles de sociabilidad humana.

Los partidos políticos en la lucha por la confianza. Problemas de representación y participación en América Latina y el resto del mundo’ Los procesos de interdependencia y globalización a los cuales asistimos en la actualidad, se han fundado esencialmente sobre criterios ’supuestamente objetivos y meramente cuantitativos’, relegando a un nivel secundario ’la dimensión intrínsecamente humana’ o subjetiva. En este ámbito, uno de los mayores problemas a los que se enfrentan las instituciones políticas y económicas actuales es el de la confianza.

A juicio del autor, la falta de confianza ’puede generar vastas crisis políticas y económicas, haciendo tambalear los presuntamente estables sistemas globalizados’, de ahí que ’el gran desafío de las colectividades políticas en el futuro próximo será conquistar, o más bien, reconquistar la confianza de los ciudadanos y por esta vía edificar sistemas democráticos perfeccionados’. La desconfianza (junto con la falta de institucionalidad de los sistemas de partidos, y el descrédito de la política como actividad) evidencia la crisis de los partidos políticos, y contribuye a explicar la lejanía ciudadana con respecto a la acción política en general.

En América Latina, el grado de desencanto con respecto a la política y a los partidos es alarmante. Pese a tales consideraciones, los politólogos siguen considerando que los partidos políticos juegan (y deben seguir jugando) un papel crucial en la canalización de demandas sociales, la promoción de ideales en la sociedad, en la lucha institucional por el acceso al poder, en suma, para ’el sano desarrollo de la democracia’ y para la articulación de intereses dentro de proyectos nacionales (globales) y dentro de un orden político establecido y sujeto a normas, donde la primordial función de linkage entre el individuo, la sociedad y el Estado, está conferida a los partidos políticos.

Aunado a los anteriores factores, el excesivo énfasis en los requerimientos endógenos partidistas y su orientación electoralista, aunado a la falta de principios y valores sólidos, ha mermado la confianza ciudadana sobre los partidos. En todo este contexto, surge la cuestión sobre qué hacer en el ámbito de los países de América Latina para recobrar la confianza y para afianzar a los partidos políticos como instituciones centrales, reconocidas y efectivas.

Al respecto, dos ámbitos son identificados por el autor: la representación y la participación. Aunque se reconoce que la representación de intereses no se agota en los partidos, también se afirma que sin ellos es impensable la operatividad de una sociedad organizada democráticamente. Lasagna y Cardenal señalan, con base en O’Donnell, que «un sistema de partidos consolidado puede hacer tres contribuciones importantes a la calidad de la democracia; primero, incrementar la representación política; segundo, aumentar la legitimidad; y finalmente, facilitar la gobernabilidad».

En esta vía, identifica algunas estrategias para mejorar la representatividad de los partidos políticos:

• Abrir los partidos a los ciudadanos y privilegiar la integración cualitativa sobre la cuantitativa.
• Formación de equipos multidisciplinarios para elaborar propuestas políticas y de políticas públicas concretas
• Conducción interna de carácter colegiada y abierta
• Incentiva las vinculaciones con la diversidad de actores sociales
• Acoger preocupaciones sectoriales o temáticas de la ciudadanía.

En cada caso, se asume el papel de los partidos políticos como medios institucionales para aumentar los grados de sociabilidad y confianza interpersonal, y su potencial función de generadores de una sociabilidad ampliada y comunitaria. Para lograr una mayor representación, las nuevas tecnologías de la información y comunicación juegan también un rol de central importancia para los partidos.

En lo referente a la participación ciudadana, el desafío central consiste en fortalecer el capital social, y de ’proyectar la democracia representativa hacia nuevos espacios en los que la sociedad civil pueda articularse y autogenerar una capacidad decisoria concreta’. Lejos de antitéticas, las democracias participativa (directa) y representativa son complementarias.

Con base en Loñ, el autor señala que «la democracia participativa que se da por la insistente práctica de la consulta al pueblo no suplanta a la democracia representativa, sino que la complementa y enriquece aumentando las posibilidades de respuesta rápidas y eficaces al sistema democrático». Finalmente, se advierten sobre los peligros potenciales derivados de todo este proceso de cambio: La potencial exclusión social, la inadecuada proporcionalidad en la representación política, y la ausencia de identificación con alternativas o fórmulas insertas en el ’mercado’ de lo político.

Elaboración: César Nicandro Cruz, Analista del IIG. 11-2000 *Contribuciones nº1 (65) Enero – Marzo 2000, pags. 1-16.

 

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