Pobreza y desigualdad, ¿Quién miente?

Escrito por el Mar 16, 2012 en A los Ciudadanos, Documentos | 0 comentarios

Joan Oriol Prats

Sin duda la pobreza y la desigualdad son conceptos difíciles de medir, pero diferencias de más de 1000 millones de pobres según las fuentes resultan excesivas y obligan a repensar la forma en que se recogen los datos y se miden estos conceptos. Con tal disparidad en los datos, cómo podremos saber si se han logrado verdaderamente los Objetivos de Desarrollo del Milenio cuando el principal de estos objetivos es el de reducir la pobreza a la mitad en el 2015.

Resulta pues imprescindible preguntarse por las distintas fuentes del problema y por las posibles soluciones. Estas soluciones necesitan sin duda un debate técnico pero también un mejor diseño institucional de los organismos encargados de la recopilación y difusión de los datos. Al igual que a nivel nacional es impensable ya que el gobierno se ocupe de la política monetaria, o que el Banco Central recabe los datos de inflación, a nivel internacional el Banco Mundial no puede ser el primer recopilador y difusor de datos de pobreza y desigualdad. Es una nueva gobernanza de las estadísticas a nivel mundial fuera de incentivos que pueden ser perversos.

Mientras que Stiglitz nos dice en su libro “El Malestar de la Globalización” que el número de pobres que viven por debajo de las línea de pobreza internacionalmente establecidas de 1 y 2 dólares al día es de 1,200 y 2,800 millones respectivamente, según los cálculos de otro prestigioso académico, Xavier Sala i Martín, el número de pobres es en cambio de 286 y 980 millones. Lo mismo sucede con las estimaciones de desigualad, en las que, si seguimos al PNUD, hemos de pensar que el 20 por ciento más rico de la Crook otro economista independiente, estima que la relación es únicamente de 13 a 1.

Crook otro economista independiente, estima que la relación es únicamente de 13 a 1. A quién debemos creer? En primer lugar hemos de advertir los matices técnicos que existen entre las formas de cálculo. En cuanto a las discrepancias sobre las mediciones de la pobreza, su principal razón se encuentra en que mientras algunos autores o instituciones (como el Banco Mundial) utilizan datos de gasto en consumo  encuestas de hogares, otros se basan en datos sobre la contabilidad nacional. Así pues, estos últimos atribuyen a cada hogar no sólo su gasto en consumo sino también su parte proporcional del ahorro nacional y de los gastos del gobierno, lo que reduce el número de pobres. Aunque pueda argumentarse que los ciudadanos acaban beneficiándose de los gastos del gobierno y del ahorro nacional, en muchas economías la corrupción y la ineficiencia de los mercados financieros hacen que este cómputo sea realmente demasiado idealista.

Sin embargo, los problemas de cálculo se complican si seguimos a otros académicos como Sanjay Reddy y Thomas Pogge quienes señalan que ninguna de estas dos fórmulas de cálculo anteriores resulta válida en tanto utilizan la Paridad de Poder Adquisitivo (PPA). Básicamente, los problemas con esta metodología de cálculo estriban en que sesga al alta la renta de los más pobres ya que pondera por igual los servicios en todos los países cuando esto dista mucho de la realidad. Baste únicamente mencionar que salario de una asistenta de hogar puede ser 100 veces más elevado en los Estados Unidos que en un país pobre, mientras que el precio del arroz es sólo tres veces más caro.

Es por este motivo que estos mismos autores proponen redefinir la línea de pobreza en términos del coste de satisfacer unos criterios mínimos definidos en términos de acceso a un conjunto básico de capacidades (como la alimentación o un determinado nivel calórico) o bienes que generen dichas capacidades

Este conjunto podría asimismo variar entre grupos de personas según su edad, género u otros factores. Esta aproximación desde las capacidades engarza con la concepción del desarrollo de Amartya Sen, que entiende el mismo como la expansión de las capacidades de las personas y de su libertad para llevar a cabo una vida que tienen razones para valorar. No obstante, estas propuestas tampoco están exentas de problemas ya que no está claro cuáles son las necesidades y bienes básicos a cubrir y, además, tampoco tienen en cuenta el problema de tener presente la dimensión relativa de la pobreza.

En cuanto a la desigualdad, también existen distinciones metodológicas y conceptuales importantes. Hay al menos otras tres formas de medir y entender la desigualdad. Una primera es la desigualdad entre países. Este seria el caso si comparamos el PIB per cápita de los distintos países del mundo, ejercicio en el que los economistas concuerdan en que la desigualdad aumenta desde los 70. Pero esta medida es poco significativa si tenemos en cuenta que como unidades de análisis se toman los países y no las personas.

De esta manera, los más de mil millones de Chinos cuentan igual que los poco más de cuatrocientos mil habitantes de Luxemburgo. Una segunda manera es pues ponderar cada país por el peso de su población. Cuando se realiza este ejercicio, la evolución de la desigualdad es de signo contrario y parece haberse reducido durante las últimas décadas. Esto es así debido a que países como China y la India suponen el 38% de la población mundial y se trata de países que han crecido mucho durante estos últimos tiempos.

Sin embargo, existe una tercera dimensión de la desigualdad a escala mundial que es si cabe la más importante. Mientras que puede ser que el crecimiento de China y otros países grandes haya reducido la desigualdad a escala mundial entre países ponderando por el peso de su población en el mundo, la desigualdad dentro de China ha aumentado.

De esta manera, aún ponderando por la población, si no se tiene en cuenta la desigualdad en el interior de los países, se está suponiendo que dentro de cada país los ciudadanos ganan lo mismo. De esta manera, para obtener una distribución de la pobreza de todas las personas que habitan el planeta, se ha de tener en cuenta tanto la desigualdad entre países como dentro de cada uno de ellos.

Son varios los autores que han realizado este último ejercicio. No obstante se han obtenido resultados contradictorios que incluso han conducido a un intercambio de descalificaciones entre académicos. Lo contradictorio de los resultados se debe a los diferentes datos utilizados por el análisis. Por un lado, algunos autores si bien utilizan una serie temporal y de países mayor, tienen que asumir ciertas restricciones como son la de suponer que si sólo existe una medición de la desigualdad para un país este nivel se mantiene durante todo el periodo. Por otro lado, otros autores utilizan series temporales más cortas pero de mucha más calidad que muestran resultados opuestos.

Pero más allá de los matices de carácter técnico, cómo puede explicarse este baile de cifras y, más importante aún, cómo podría avanzarse en su solución dada la relevancia de la cuestión. Qué hay detrás de los diferentes estudios realizados que tratan de explicar los niveles y la trayectoria de la desigualdad y la pobreza. Aparte de grandes esfuerzos y capacidad, existen incentivos poderosos que obligan a replantearse quién debe recabar y proporcionar las cifras a nivel internacional sobre desigualdad y pobreza.

Como señalan algunos académicos, el Banco Mundial y sus investigadores tienen fuertes incentivos a sobreestimar la pobreza puesto que, de esta forma, justifican su propia existencia. Así, no le interesaría afirmar que los objetivos del milenio en cuanto a reducción de la pobreza se refiere se han logrado con doce años de antelación ya que, si esto fuera reconocido, carecería de legitimidad para pedir las decenas de millones de dólares para lograr dicho objetivo. Sin embargo, desde el otro lado de la moneda, también podría argüirse que el Banco Mundial tiene incentivos a subestimar el número de pobres para legitimar su actuación y, así, recibir más fondos. Si se reduce la pobreza, es una prueba de que su trabajo vale la pena y que una organización así es necesaria.

Tampoco la academia está exenta de incentivos perversos. Como muchos proyectos de ámbito global  equieren de una elevada financiación, los profesores se ven obligados muchas veces a responder a las necesidades del gobierno o institución que financia el proyecto. Son muchos los casos de gobiernos que han financiado con finalidades de tipo electoralista pretendidos estudios académicos que luego se han mostrado poco rigurosos. Así pues, sea como sea, existen potenciales incentivos perversos que alejan al Banco Mundial y a los gobiernos de la imparcialidad necesaria para realizar una recopilación y un tratamiento estadístico neutral.

Dada la relevancia de los datos sobre desigualdad y pobreza para la asignación de la ayuda y la cooperación al desarrollo, resultaría conveniente un debate sobre el concepto y la metodología de medición de estos dos conceptos que no esté contaminado de posibles intereses ocultos. Con este objetivo y con el de contar con técnicos especializados que gozan de independencia y recursos necesarios para desarrollar tal finalidad, resultaría conveniente delegar la captación y elaboración de estadísticas a nivel mundial en un organismo independiente.

Al igual que existen institutos nacionales de estadística nacionales o se delega la política monetaria a un Banco Central verdaderamente independiente (que no recoge los datos de inflación !!!), muy posiblemente resultaría conveniente que existiera un organismo mundial encargado de elaborar las estadísticas sobre pobreza y desigualdad. Este organismo recogería los datos sobre pobreza, desigualdad y otras macromagnitudes básicas de las encuestas de hogares y las cuentas nacionales de los países considerados.

La dirección de este organismo podría ser escogido por la asamblea de las naciones unidas u por un conjunto de multilaterales entre una grupo de expertos de distintos países y tener un mandato suficientemente largo como para poder realizar su labor con eficacia e independencia.

Para saber más:

Milanovic, Branco. 2003.. «True world income distribution, 1988 and 1993: First
calculation based on household surveys alone». Disponible en HEW 0305002,
Economics Working Paper Archive at WUSTL
http://econwpa.wustl.edu/eps/hew/papers/0305/0305002.pdf

Reddy, Sanjay G., y Pogge, Thomas W. 2002. “How Not to Count the Poor,” mimeo,
Barnard College, New York.
Sala i Martín, Xavier 2003. Mas Globalización y menos ONU y Banco Mundial. La
Vanguardia. Disponible en :
http://www.columbia.edu/~xs23/catala/articles/2003/UNDP/UNDP.htm

Sala i Martín, Xavier. 2002. The Disturbing Rise of Global Income Inequality. NBER
Working Papers No. w8904. Disponible en:
http://www.econ.upf.es/deehome/what/wpapers/postscripts/616.pdf
Sen, Amartya. 2001. “Globalization, Inequality and Global Protest,” Development,
45(2): 11-16.

 

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